martes, enero 20, 2004

Afónico

Era con el índice el tamborileo que hacía sonar el vaso. Y es que el vaso solía ceder a un unísono o bien el dedo dirigía un labor secreta que no lograría comprender del todo. El caso del vaso empezó a invadir un poco todo, como penetradno en un estasis pasivo. Cuando tocaba el índice el vaso todo era un tumbo de una innombrable, como si a cada golpeteo el cuarto entero se girará para hacer desfilar otra gravedad que así, también sin nombre, opacará la sensación de oquedad.

No ponerle nombre era una ventaja permitida, y es que así no puede instalarse como el vaso o como al golpeteo mientras podría permitirme recordar el cigarro en la otra mano. Empezaba a contra los clichés que se apilaban en el cuadro en el que yo posaba. Yo en la sala con un vaso retumbante y un cuarto girante, todo con un afán simbólico que no podría cobrar sentido sino hasta que se estremeciera (se estrujara, más bien) un nombre que bien podría no destilarse jamás de entre ese gigantesco diapason del vaso y el cuarto. Cuando pienso entonces en que buscarle un nombre a la que estuvo sería lo mismo que rebautizar una soledad adoptada es cuando recuerdo que el cigarro se ha consumido por un fumador invisible: fumador que se robó el nombre que bien pude ponerle a ella y que ahora me hace remontar a cuando la conocí.

No pude darme cuenta de que era ella sino hasta que entró en ese tipo de santería incómoda que es el hábito. Ella tenía un trabajo tan común como ese nombre que aún no termina de consumirse para rebautizarla. Pero entonces el nombre importaba y yo no tanto, así que por dos o tres conciencias removidas pude conocerla. Tampoco puedo decir que me parecía muy ella cuando la conocí, no poseía alguna postura que me jalara a hablarle o siquiera intentar caminar cerca de ella, vamos, no le oteaba pizca de interés y sin embargo ahora me parece que era un poco salada, erróneamente la pensaba blanca y hasta un poco antinguenua. Iba a verle diario por mucho tiempo antes de que esa mujer esquivara como ahora mi Mirada, y muchísimo antes de que ignorara mi derrota. Si alguna persona intuyera el dolor o el fracaso, seguramente moriría la insistencia.


Pero es mucho lo que puedo ocntar de la ahora innombrable, y poco lo que dura un vaso y un cigarro. Lo que puedo decirles es que el nombre, ahora que lo recuerdo, no me dice tanto como lo que yo hice del nombre, lentamente, el vaso retorna a su nombre de vaso y el golpeteo se reduce a una dimension decibélica, diezmada. El cigarro se consume mientras idiotamente cuento sílabas de lo que ya no está. Se esfuma todo en una consumación que me trae aquí, como si ayer estuviera tan lejos que ahora puedo serle tan infiel a lo que digo que bien podría decirte ése nombre….

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