martes, febrero 10, 2004

Kitsch-o-sushi

Eran tiempos universitarios (tiempos insignes y redundantes) donde nuestro único objetivo era el arribar a unos prometidos y pre-saboerados tacos de barbacoa. El "mane" nos había dicho que los mejores existían cerca de Santa Tere, así que tomamos su auto (el "Manevelas" dado que es modelo 70 o algo así), embarcamos y surcamos las infinitas calles de tan bullicioso arrabal. Después de peinar la zona unas 10 veces y dado nuestro escaso ánimo empujar la "manevela", decidimos aparcar en un restaurante de mariscos que tenía un nombre tan poco importante que casí podría ser "El Pirata" o "El Carnal" o cualquier sucinto nombre que haya emergido de la unión inimaginativa de éstos ("Mi pirata es carnal", por ejemplo). El punto es que ya sentados, comentábamos cualquier sobriedad inmediata, cosa que no se mantuvo a través de la comida. Y como las cosas llegan son así, de golpe, semibeodo y tácito, las bocinas del lugar disparan un "memory trigger" tremendo, paro mi conversación ex abrupto, ex plico nada y me quedo embelesado con cierta canción que nunca me ocurrió pensar que regresaría (como los raspatitos o como las camisas Lacoste). Calidades aparte, cualidad desaparte, la letra de la misma sigue siendo desgarradoramente ochentera, basta imaginarse el sexenio de Miguel de la Madrid, yo pasando las tardes en una oficina de la SHCP armando monos de papel de "Kolitas" bajo un gran retrato del mismísimo "Don MICKY" (Palazuelos dixit), mientras que un radio monaural forrado en piel color azul con antena retráctil sonaba a todo volúmen. No existía mejor ambiente oficinesco para escuchar esta canción, la situación cuajaba tanto que parecía un poema ad hoc.

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