miércoles, marzo 17, 2004

Estática.

La mano crispada delicadamente como sosteniendo un regalo invisible. ¿Dónde estaba el extremo receptor? Sentado en un camellón en el que el antagonismo direccional de los motores giraban un caleidoscopio que de alguna manera no provocaba tumultos externos. Inmerso en acuarelas arrastradas, que cuando volteaba para revisarlas habían desaparecido. las voces que no le pertenecían chapoteaban en la frontera de su permanencia. Allá donde habría que darles un sentido. Acá, sin embargo, todo era tangencial, una paleta viva que se ausentaba y presentaba sin acuse de ausencia ni presencia, sin ese acarreo. Una vaga similitud sería comprimir los planos hasta formas una pasta, la oblea que engloba una micromedida temporal, no hay medida más pequeña que la de esa conjunción sensato-intencional. La conciencia ha quedado callada, ahogada en una vibración que no estimula ni deprime. Esta cercade la memoria, que monolito impenetrable como es, no sacude sus secretos. La piel es acaso una ondulación seriada (es lo más cercano al anti-tacto). Una esfera (la de la acción) queda petrificada con la propiedad del brillo, en ese estado el choque es un anatema. Quebrando la afinidad del grupo se esconde una sección pequeña, elástica, expansible y vacía, tímida pero amenazante, Hommie regresa en una gradualidad escarpada y precipitante y respira hondamente. Cree que vió algo que si lo apuran, podría ser el amor.

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