Rosemary, Timothy, y Jonathan.
La mañana es la excusa que necesitaba el viento para reptar entre los edificios. Timothy ya camina por un callejón entre Calvert y Eutlaw St. no necesita el balance para caminar, lo que le hace simular una danza rota que se pierde cuando le pide al transeuente de la esquina un "Quarter", Timothy se calla y corta sus peticiones al primer esto, en una extraña economía de gestos. No es necesario mostrar la lástima, el peor de los "spare change" y él quiere comer. Rosemary sale de la tienda de abarrotes, con su vistoso uniforme de censerje metropolitano, un recogedor y una escoba de pajas muy duras. Camina sin arrastrar ninguna, pasos muy pausados, casi seguros, como si los pensara junto con todo un contoneo exagerado para delimitar la propiedad de su paso. La asincronía de los semáforos le hace parar en cada esquina, donde aprovecha para limpiar unas cuantas colillas de cigarrillo y hojas de periódico que se arremolinan en la lucha de los ríos ventrales. Antes de entrar por un café y un muffin, Timothy escucha el paso de un ventorral que cierra el paso de la calle, y lleva con sigo hojas, papeles ajenos, vasos de papel, servilletas y pañuelos. Rosemary pierde lo que había recogido y voltea ligeramente calle abajo, callada, empieza a limpiar esa esquina. Pasan horas donde ambos rotan posiciones jugando en las esquinas perfectas, de unos escaques imprecisos de un juego cuyas reglas se escriben a cada momento. El tráfico redobla en las paredes, que son más altas y por lo menos se saben más estoicas y anónimas, inalcanzables. Rosemary y Timothy no las tocan, sus agudas esquinas podrían recordarles su efímera probidad diaria. En la noche, el reflujo del aire de la bahía regresa mucha de la basura que rosemary dejó ir en la mañana, Timothy espera en una banca sobre Pratt St. a que algún hermano negro le regale ese "dime" que lo separa del McDonalds sobre Charles St. No hay alma blanca que lo complete. Las calles se vacían en un momento, todo calla sospechosamente y las personas que caminan en 1st Marine Square lo hacen en formato de pares. Cae la luz alternada y ya pobre y el centro se alimenta de reflejos y de sombras. Timothy se levanta y recoge de un revistero una paca de catálogos promocionales. Toma las hojas de noticias que siemrpe quedan junto al buzón de correos. Rosemary entrega su escoba y su recogedor, se pone guantes y orejeras, se dirige hacia la parada en Charles y Pratt, aquella donde está la tienda de abarrotes. Timothy se sienta en una banca en Charles y Pratt el viento que regresa dela bahía huele pero que como se fue, quizá pensando que es él se huele un poco. Ensaya frases de pedimento. Mira fijamente un anuncio que promueve la ley anti tabaco. Rosemary piensa en un silencio absoluto que mantendrá hasta llegar a Patapsco, donde su hija Martha tendrá acostados a sus 2 bebés. Martha, como siempre, no estará ahí cuando ella legue, habrá dejado a los niños solos, siempre a las 9 los niños solos. Timothy mastica una tapa de una soda que hace días que se acabó, nota la piel de granito que cubre el centro, toda una añfombra uniforme en paredes y piso. Sus manos que descansan a los lados con guantes recortados palpa un poco de la rugosidad del día. Timothy ve bajarse a un joven del Metrobus más cercano, es Jonathan, que trae una bolsa de estrasa con la comida de hoy y para hoy, hoy sí hay noche. Ambos caminan, buscando un nicho cerca de city hall que se escape, que confunda a la profunda inundación del viento.
lunes, marzo 22, 2004
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