jueves, abril 08, 2004

Es esa falta de roturas y cimbramientos la que hace que nos refugiemos en la figura y definiciones conexas (la vida la esfera, la misión el devenir, el buki la raza). Otra vez el principio de autocontención que nos pasea por el lugar común y por el reciclaje de un bagaje estético. Hipotenusas entre metáforas desaforadas que por definidas pierden su poder antiretentivo. "Déjeme en paz que quiero crear", dice uno en la preestructura idiomática obligada para cada neoartista posmoderno. Condenados a la repetición de objetos, nos tenemos que asir a la repatriación de ideas rechazadas, hijos del ridículo occiso. No se puede escribir ya sobre lo otro, no puedes construir con arena un absoluto mar. Se tocan, pero no se constituyen, avanzar (avanzar?) hacia lo que un día don H Yépez pudo intentar cuando dijo: "Enloquecer es fácil. Lo difícil es [término inexistente]. Eso que es tan difícil de alcanzar que todavía ciertos idiomas no tienen un término para designar la «recuperación» o el «reorden»."

Cuando eso nos alcanza, eso se nos vuelve inexpresable. Los métodos (el logos) son(es) insuficiente (s): la ostensibilidad, la inmersión, el pleno de la verdadera ocurrencia, sólo en eso puedo ya confiar.

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