Ese es el escudo.
Era otro día que si bien era otro, parecia el mismo pero camuflado. Y es que el camuflaje, la investidura que le adornaba al día era más bien luminosa, parecía como de parque y de paseo. Le parecía demasiada y tanto como para abrir totalmente, los ojos, bifurcar las dosis para no saturarse, calibrar un ligero mecanismo que rota la cabeza hacia la derecha, cabeza a la izquierda, cubrir toda la cara. Dejarse escuchar, pacer, retozar, gemir un poco cuando alguien, impertérito, pretende conocer lo que le acontece, tirado en un set de posiciones definidas, no hay caso en explorar lo que ya se tiene. ¿A dónde se dirigen estos días iluminados?. La proporcional desconfianza inherente a la paz obtenida desaparece como si temiera tanta integridad conducida, lesa por desa armonía que se apetece. El brazo extendido, definición de plenitud. Las siluetas de lo que habita alrededor aparecen como fotogramas, Schadografías, sepiados cuadros consecutivos, algo de limítrofes, definición de propiedad. Ahí estaba y no hay ya contención, sólo lúminas y láminas casi sedosas. La grama deja de ser rugosa para tornarse penetrante flexible. Ya no hay piezas para contar, definición de infinito. Integración y pereza táctil, pereza también de encuadrar eso que ya no es eso sino un tanto. Latitud: aquí, longitud: ahora.
domingo, abril 04, 2004
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario