martes, abril 27, 2004

Estrofa.

Eliud cerraba el negocio mientras abr?a un espacio de paciencia en su cabeza. Al minuto, el hangar pose?a un eco interno que temporizaba sus pasos en una banqueta cuya ?nica funci?n era la de retribuci?n. Las sugerencias le parec?an una tribuna ama?ada en un ?gora techada, regreso al hangar. Esperar una br?jula serrada y da?ina. El vac?o no tiene un rasero. El hangar promet?a esquinas para los esquineros, obras a los obreros y vetas a los mineros. No hay oficio para los buscadores. Los indecisos se apilan en una fosa el fondo (ficticio) de un hangar (Conciso). Una alumna intenta atar dos columnas ideol?gicas con d?biles hilos de discurso. La combusti?n implot? hasta quedar una espora con promesa de ox?geno. El revanchismo fuma en el techo, partiendo la plaza entre abstractos y concretos. La arquitectura, sobrada, reposa en el armaz?n de los cimientos, esperando a alg?n rival c?nico. Las pistas, aburridas, se quejan de su obviedad al un?sono. No hay detective que valga.

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