Alors, ce marte.
Joan Evans escribía en su diario de viaje unas íneas insulsas que pronto, cuando llegara a marte, podría reescrbirlas por algunas que fueran solemnes y acordes a la situación. Ella, escogida entre centenares de persona para establecer un estudio "exhaustivo" (como todos) de la atmósfera marciana (como siempre). Seleccionada de un grupo de personas que equidistaba entre resistencia física y sesera apta para la analítica requerida allá arriba, sin tomar en cuenta sus años al servicio del director del programa, que cuando se enteró de la caprichosa elección se largó a pensar días enteros a su casa en Wyoming. Porque wyoming, como todos saben, es el estado anónimo por excelencia. Vamos, Ohio tiene las patatas, ¿pero wyoming? ¿Qué tiene Wyoming sino una persona cuyo adjetivo es mucho es importante y ominoso que el estado mismo? Te aseguro sin chistar que el apelativo para The big wyoming serìa "el Grande". Joan, ahora que lo pensaba, suponía un nexo entre el aire enrarecido de la casa en wyoming y procosadamente delicado aire que manaba de unas rendijas de oscuro funcionamiento. El aire, entonces jugaba a que le recordaba wyoming
mientras ella seguía pensando en un lado no tan anónimo de wyoming que era el patio de la casa de wyoming. Sexualidad aparte, el patio era cómodo y se podrían alojar sin problema a unas 50 personas, con todo y cacharro barbiecuerero que se quiera disponer. Ahora que lo veía y mientras se apretaba una retrograda concesion de ración espacial (apa nombrecitoi) en una cucharilla cuasiaerodinámica que a algún tecnquillo malpagado de la Nasa se le ocurrio en un ángulo parecido, al de, que creeríamos, un cepillo dental. Ahora, que estaba a unas semanas de Marte, se preguntaba si Marte habría sido sitio de costumbres tan únicas como formar hatos de cerdas para rasgar calcios. Con un giggle parejo que se escuchó en 37 naciones mamantes de satélite se escuchó el ahora polifónico giggle mientras John, el dueño-director de la casa en wyoming, se paseaba entre la memoria de ese patio en wyoming, un electrocardiograma vía microondas y los pulsos por minutos que remitía el pluscuanmoderno traje que entamalaba a la incipiente cientifísica de marras.
El noticiero vespertino hacía meses que había agotadola historia del amorío entre John y Joan, repitiendo incesantemente las historia del enamohomónimos elevando los niveles alharáquicos hasta niveles que un ultimate reality show sólo podía delegar. Ahora que ella estaba cerca de marte, se perderían las comunciaciones por puro derecho de piso. Aseguraban los expertos. John, obviamente desquiciado y despotricando contra los mass-o-media entraba en plazos cavilantes entre los días del patio en wyoming, ideal para acostarse y sisear junto a un arbol....con Joana, o pensar en los requerimientos físicofinancieros para enviar una cuadrilla de explonautas a rayas hacia los discos de Saturno....con Joana... Todo en ese patio de wyoming que parece calcáreo e impreciso. Ahora rudo, el patio de wyoming pasa por la cabeza de Joana, recuerda algún día que tuvo la idea de invitar a los hijos de los vecinos al patio de wyoming, donde podrían comer los dogos que quisieran o las costillas que les apetecieran. No
hubo más de una docena de niños, abultados hasta el cogote de ketchup and fries, cuando John le prohibió organizar esos fiestones que por miedo a ofender a sus vecinos rednecks les indalgó una gafete de Bacanales. Ahora bien, los niños se fueron, hartos de la ausencia barbicuesca, amilanando y se
mostraban bien reticentes a volver a con Joan, lo cual le producía conflicto. Pero un conflicto que cuando John lo notaba, no podía dejar de sonreir, ya que la pura risa y la sonorida de la pelota rebotando entre
sonidos de quijadas cerrándose entre comentarios sosos, parias y lejos de la astrofísica terminaba por diezmarle. Ahora bien, John no parecía enpuesto a decirle a Joan que le apetecía. Más bien se dedicaba a
hacerle ver lo que no le parecía , cosa que Joan escribe en este preciso instante en su bitácora de vuelo, había escrito, durante las transmisiones oficiales, una sola vez algo personal. Algo referente a unos interiores cohetomórficos o algo parecido. Por meses, estuvo prohibido mencionar cualquier objeto redundante al caso, por lo que los lápices y bolígrafos quedaron erradicados de tajo y para
nunca regresar ("Dildo is banned", sollozaba Laura Fetchman). Joan, con su ecótico giggle perpetuo empezaba a tocarse en las noches, sugiriendo que se encontraba en el canalículo, Peter, un colaborador dedicado por órdenes de John a voyeurizar a madame Joan (era el piloto), tenía una fuerte teoría sobre el efecto del calzoncillo sobre los wetdrips de Joan, que llegaban a desincronizar las cámaras de monitorización guturales, que se activaban con el pasar de cualquier evento para no perder pista. John recuerda el video que se tomaron en wyoming él y joan, juntos en un querella de resitencia porque John no quiso aceptar otra tragazón con los redneckcitos que, cada que veían la camioneta de John, avorazados en la ventana chiflaban para que lo que parecía la unica forma viva de infancia de wyoming viniera al porche de la casa de John, ese porche con malla blanca, como deben de conjeturarse los porches de wyoming. John estaba jugando con un vaso con figura infantil, pensando en los insultos que le dedicó especialmente a un niño que solía despatarrarse en SU sillon de la NASA. Al lado de esas grandes piedras que los niños usaban como fuerte para excusarse de invasiones enemigas. John les aventó asi nomás, como mortero ciego.El caso, que definitivamente se convirtio en un argumento recurrente en la relacion con Joan, se había cocinado: Joan, furica, llevó a cada niño a su casa y les explico que John, cuando quería, podia ser todo un cohete (lo dijo sonrojada), ominoso y execrable. Joan se disculpó la mar de veces y decidió irse de inmediato de wyoming, necesitaba olvidarse de que en ese patio John dejó de verse como hombre para pasar a John el anti-invasor. El teleatacante de un crater infantil y nuevo. Joan escribia sobre esto cuando cerro abruptamente su libro para no pensar ya en nada sino en los
preparativos de amartizaje. En esos preparativos perdería el contacto con John y lo recuperaria hasta bien amartizados.
Pasó la semana en que Joan no escribió en la bitácora intima, decorando la otra (la oficial) con homenajes imaginarios o el nombre de sus memorias, paralizada frente a la primera hoja que sería una inauguracion feminorevoltosa. Asi realizo perfecto al amartizaje, cayó cerca de un crater de nombre "W", donde estaba planeado desde hace años que cayera. Cerca de un monolito llamado "J", enorme y que ensombrecía
la region alrededor de ella. Dejó preparando la transmision interplanetaria unas horas, mientras sudaba la frase que empezaria a escribir varias historias nuevas y definitivamente aisladas, se escaparían al fin de la contencion terráquea y se inundaría de anecdotas jocosas que brillarian en television hasta hacerlas pastosas. Al fin, sin dirigir palabra a nadie, prendió la transmisión. Acalló el canal sonoro de
recepcion: Ahi estaba John, en una silla con una cara desgarbada y apabullada por la insómnica. Le pintó un gratificante dedo. Se volteó y se paralizó en vacío. Abrió la puerta lenta y ceremoniosamente, mientras su mano izquierda parecía temblarle en un semblante circular, al compás del incontrol de su boca. Abrió la
compuerta, ennegrecido casi todo el panorama tenia enfrente un gran crater, enorme, con unas claras estructuras acomodadas en el centro, definitivamente parecían una barbicuerera, unas sillas, y un monolito antropomorfo en una pose que si no fuera marte diría que era de John. Bajó y una frase trepidante, casi un regolde traicionero le hizo decir:
"Esto se parece a Wyoming"
viernes, mayo 21, 2004
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