sábado, noviembre 24, 2007

Remodelación

Hemos empezado por las almohadas, a sacudirlas parsimoniosamente contra el suelo y luego contra las paredes, esperando desorientar las pesadillas que se destilaron ahí durante años y que cada día daban una nueva densidad a los sueños. Pasamos despuès a los cuartos privados, donde se habían llevadoa cabo todas las discusiones familiares y donde habíamos hecho aviso de las muertes familiares. Aquí hubo que cambiarlo todo, tuvimos que lijar los agudos ángulos de los muebles que vieron pasar comentarios hirientes, tuvimos que aspirar cortinas y telas que pesaban de sobriedad y que arrastraban todavía restos de lágrimas que reaccionaron violentamente con gritos desesperados, formando una vácua amalgama de quejosos ruidos cuando uno solía tocar alguna tela. En este cuarto también tuvimos que dar golpes pequeños a los cajones y vitrinas, así como alumbrar cada esquina para desmentir y ahuyentar los secretos que se confesaron. Al final éste cuarto se tuvo que dejar compltamente oscuro por un día, acaso para que las paredes descansaran (aunque fuera un sólo día) del sólido ajetreo.
Al jardín lo cubrimos un par de días y le hicimos compañía al dormir la familia íntegra sobre él. Emancipado y lleno de orgullo, sabe que aunque abierto, pertenece.
Los techos fueron tratados con especial atención, por algunos días la familia se vió obligada a a andar en zancos y realizar todas sus actividades en èl. La hora de la comida presentó, como era de esperarse, el mayor reto. Para equivalerlo con el piso, nos hemos puesto los zapatos en las manos y hemos caminado techándolo contínuamente, retiràndole su sempiterna pulcritud y virginidad. todas las puertas fueron abiertas, todas las puertas fueron cerradas, al mismo tiempo, por el mismo tiempo, así acabamos con su hartazgo de asincronía. Las ventanas, en cambio, fueron todas cambiadas de lugar, obligándolas a acumular sol por distintos ángulos, desorientadas, confundidas, ya no sabrán a quién de la familia protegen. La cocina ha sido lo que más hemos violado. De ser la impoluta factoría de nuestros inputs, ahora la hemos abierto por completo, sin paredes ni techo parece un cascajo tembloroso que intercambia contínuamente cuanto llegue de los alrededores, ahora es un sistema abierto. Por último, los baños, esos cuartos aromática y falsamente onrmentados de pulcritud, tuvieron que sufrir la demolición unánime, no había manera de remediarlos, simplemente sabían demasiado.

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