lunes, diciembre 08, 2008

Las ciudades y las formas. 1

A Anhelicia le precede la promesa de lo que sería Anhelicia. Uno sabe que se acerca a ella porque ésta aparece como breves y tangenciales episodios prendidos de los cantos de los juglares como finos alfileres que sostuvieron esa ciudad como la más suntuosa de las empresas humanas. De estas asomadas puntas se sabe que la ciudad obtuvo su nombre porque los morteros y albañiles sólo construyeron edificaciones espirales que se erigían hacia el cielo, todos los habitantes elevados y con voluntad de cielo. Las columnas trihebradas escalaban gruesas y helicoides para acabarse en la infinitud del aire. Los palacios y ágoras se imbricaban serpentináceas para el ánimo de la ciudad cuneiforme, formando espontáneas pirámides cónicas y verticalmente finitas. La impotencia de tal finitud llevaba a cubrir la pirámide anterior con otra de mayor perímetro, altura y ambición. Cada espacio, infecto de Babel, enmontañeció la ciudad hacia una colección de puntas multicéntricas hormigueadas por habitantes de empeño vertical. Así era tal el compromiso con la forma, que los ciudadanos saludaban trenzando las manos y los dedos en generoso amasijo de carne. Los abrazos solución de fatal fórmula: perpétuos, prensivos. El centro de la ciudad lo encumbraba un helicoso gnomon, meticulosamente elevado un palmo cada día. El incremento engañaba al viajero y al tiempo con tal desparalaje de su encuadre solar.
Cuando llegué a la planicie alcanforada donde se suponía a Anhelicia, de ella sólo quedaba una placa de sedimento con la superficie muescada. En este marmóreo litograma se dibuja una multitud de perfectos círculos concéntricos, excéntricos, epicéntricos, agraviados, desplazados. Todo un laberinto Ptolemaico donde cada radio marca la bidimensión donde se hubo el arsenal, la casa de burlesque, la fuente, el ayuntamiento, un ridículo foro. Una ciudad hecha plano de sí misma, comprendida hacia su propio mapa. Dicen los viejos que Anhelicia fue castigada cuando los dioses decidieron divergir de súbito el significado de las cosas, y, cuando tocó al nombre de esta ciudad, quedó de inmediato proscrita la geometría que la soportaba. Anhelicia la de los fastuosos anhelos desapareció. Esta otra todavía se encuentra. Circunscrita en los epiciclos, extendida en los deferentes.

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