sábado, marzo 28, 2009

Synecdoche, N.Y. (La vida como representación)

La primera película de Charlie Kaufman ha golpeado la pantalla de plata el año pasado. Desde que se abre la película, uno adivina que el terreno ha de ser farragoso y macilento. Con diálogos sostenidos por un impassé que deja que aterricen en el consciente. Kaufman ha resultado ser un director más bien oscuro, con tonos helados y cierta monotonía visual que puede llegar a cansar al impaciente. Aquí uno no va a encontrar explosión ni brío. La primera peli de Kaufman parece más un despliegue de un guión harto complejo y maestro sobre una tira de celuloide fotovelado, que una historia-en-cine. Me explico al aventurarme a analizar la historia principal (SPOILERS AHEAD):



A partir de que el protagonista sufre de realidad (lo deja su esposa, su hija le odia, está insatisfecho incluso con su éxito) su desbalance psicológico se hace presente a etapas: primero, empieza a presentar varios síntomas de enfermedades (y hasta aquí esto es una manifestación inocente de su redundante psique, ¿acaso no es la hipocondria el colmo del egoísmo?). Esta sustitución de la frustración por el síntoma parece ser todaia insfuciente metáfora para Kaufman, vaya que sí. A partir de aquí, la peli presenta múltiples insertos donde el protagonista se encuentra deslocalizado de la vida real. El protagonista empieza a invadir todas las esferas protagónicas de la película (publicidad, objetos comunes, caricaturas, su misma y próxima obra de teatro) con su presencia. Uno podría pensar en cierta esquizofrenia o psicosis interna: error. El protagonista se empieza a sobreexpresar incluso en el ritmo y tono de la película. Al grado que todo lo que le rodea se empieza a perder en una sucinta discronía. Empieza aquí a verterse el título de la película sobre nosotros: el protagonista decide hacer de su próxima obra de teatro un paralelismo de su vida diaria.



Desde ahora, la película narra acerca una de representación teatral que trata de seguirle el paso a la realidad. Empieza a ocurrir otra capa de eventos que simulan la "verdadera" como parte de la gran opus. El protagonista se dedica entonces de tiempo completo a su obra que, por definición, será perpetua e inacabada. La dimensión real del protagonista es sustituída poco a poco por la representación de la vida del Protagonista. Eventualmente, la obra llega al punto donde se decide representar a sí misma. Toda una lógica circular. Entonces surje otro nivel de narración y de ahí las posbiles capas infinitas y además, autosimilares. Por definición, Kaufman explora una verdadera narrativa fractal. Con tan Mandelbrótica fórmula, el protagonista logra intimar el tiempo, llenar su cada vez más patética situación real con capas y capas de representación y más representación. Entonces el verdadero empieza a perderse en una ensoñación y en una relatividad y dispersion temporal manifiesta en la película. El protagonista, empieza a perderse en su obra: la representación empieza a sustituir a la realidad. La dispersión es también espacial, ya que se confunden de aquío en adelante, los actos en Schenectady, Manhattan, y Berlín. Aquí perdimos, como siempre en los guiones de Kaufman, la premisa de la película lineal.



Pero no sería un guión de Charlie Kaufman si nos dejara ir tan frescos y confundidos. Eventualmente, se viene que los personajes de las capas narrativas empiezan a relacionarse entre sí. Primero sentimentalmente, cosa casi fácil y obvia. Empero, las personalidades luchan por sustituirse en el plano de la realidad. Incluso, en evento máximo contradictorio, el sub-protagonista ejecuta un suicidio que el protagonista (real) no logró cometer. Las capas entran en conflicto de fidelidad entre ellas (¿Sigue siendo una representación fiel si ésta rebasó a la realidad misma?). Uno adivina que tan macabro constructo no puede terminar bien. Esta dialéctica entre capas se vuelve entonces el narrador de la verdadera matriz de la historia, como un organismo vivo, este macroorganón autofágico empieza a revelar la verdadera naturaleza de nuestro protagonista. De manera increíble, la misma ficción empieza a construir el meollo del protagonista (real), de entre tal pila de ceniza, acaba sobresaliendo la esencia del Homo(sic).



A final de cuentas, la película es un gran viaje interno que hace el protagonista para poder reconciliarse consigo mismo. Aunque el costo de hacerlo es perderse totalmente como individuo y ser sustituído por su representación. Y he ahí, precisamente, la sinécdoque.

Así queremos de repente una película. Así esperábamos el cine de Kaufman: concentrado, retorcido, intrincado, difícil.



Post scriptum.- La película ofrece de los mejores momentos de humor negro que he visto en años. Además, los absurdos props y graciosas intervenciones-pequeñas bromas que posee en casi cada cuadro sólo hacen patente el desborde (así, desborde) de genialidad humorística que tiene también don Charlie.

1 comentario:

verosdes dijo...

algunas obras son tan pero tan complicadas que necesito decírselas (que no explicárselas, no siempre me sale) a alguien más para terminar de procesarla.

Así me suena synecdoche. Quiero verla.