viernes, marzo 29, 2013

De influjos y reflujos.

Ya no sé si el corazón se me descompuso por desazones o por excesos. Siento que me he equivocado en los excesos que escogí. Porque hay excesos que te regalan más vida de la que te quitan esos excesos-excedentes son breves y cuesta mucho alcanzarlos y se escurren entre las grietas al menor descuido.

Si bate lento es porque ya no sabe cuándo le tocará turno. Ha sido ofrecido y expuesto tantas veces que ya se presenta taciturno y cansino, como si hubiera perdido el encuentro desde antes de mostrarse. Bate y cumple, marca el ritmo de toda la existencia y nada de la expectativa: se le ha exprimido la esperanza.

Elan y el latir están divorciados tanto que el ritmo es lento aunque todavía la tensión de este flujo irregular es alto. Como si la sangre quisiera escaparse del estancamiento que ya acecha, empujando cualquier túbulo flexible para escaparse aunque sea por dentro. La cárcel del plasma es el circuito, no el cuerpo.

Si estos ataques vienen por episodios será tal vez que el único evento capaz de mover algo interno ya son los alimentos. Todo es tan calmo en este bagaje abdominal que cualquier evento intestinal supone una falsa alarma que despierta de su sopor a glándulas que solicitan voluntad. Sea entonces esta condición un bullicio visceral que desentumece sentimientos desde el lado endocrino. Sea entonces la arritmia un ensayo fatal, podré vivir hasta ello.

La vida, desde la bioquímica, inclusive, es un desequilibrio entre influjos, efluyentes y reflujos. Tantos son los fluidos gaseosos o líquidos que transitan hasta perder la cuenta que se ignora hasta el punto donde alguno se acumule sin control o haga falta. Como toda dinámica mutua se recomponen las tasas de entrada y de salida hasta que lo ausente se presente o el exceso se drene.

Si tan sólo el tiempo fuera así: un fluido corporal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me acabo de enterar :(
Cuidate mucho, te queremos.
L. P. E. y BB