El Patio de los Artistas.
Siempre he querido residir en un patio de artistas. Ahí donde las artistas fuman tranquilamente cuidando la pose intelectual y ellos nunca descuadran el perfil. Hoy, que estuve ne un patio de artistas pude sentir cómo un halo alegre, casi motivacional, les mana de tanta plástica que irradian.
El patio de los artistas es grande, huele a café y decide los destinos de una inspiración ya de por sí manoseada. Quería yo un poco encontrar dónde la guardaban, si la doblaban por la mitad o símplemente la trían tragada mientras deglutían su devenir. Y es que la inspiración suele tornarse algo pesada e indigesta si no se le trata con pertinencia. En fin, el caso es que había un patio, artistas y yo (que no entro en ninguna de las categorías anteriores), y en este patio se decidían, pues los destinos de los inspiraciones, mientras los artistas tomaban un café con hedor a glamour expreso y lo demandaban de origen nacional. Yo solamente pude verlos de reojo, ya que los artistas me parecen un poco amenazantes con esos peinados estrafalarios y esas ideas tan revolucionarias, al fin y al cabo yo no soy tan patio como para andarlos aguantando.
El caso es que yo ví a los artistas y por un momento quise ser un poco como ellos: bien artista, bien arista, y poderme quedar en el patio, y no estar obligado a transitar rápidamente entre la niebla de sus Camel. Nuestra relación no puede ser recíproca, yo me sobresalto en cada encuentro con un artista, ellos simplemente me ignoran, yo ignoro de dónde sacan su presumida sensibilidad y río sardónicamente al transponer la inversión de los roles. En el juicio aspectral no paso por artista, no pertenezco: soy el objeto educable, el "target" de su obra, el descarriado. No paso como persona, no paso como émulo de poeta ni sombra de loco. Sólo paso, ocurro, por el patio.
jueves, diciembre 11, 2003
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