sábado, abril 02, 2005

Aparicion. (Dedicado a I. Asimov)

Los diarios ficticios tiene este tipo de anotaciones:

"Amanece con esos ojos hinchados y dejados inmóviles de concupiscencia, desa amarga del día anterior. Probar cada uno de los remedios temporales que llueven como consejos. todas las soluciones que se le ocurren son para no dejar de soportar el peso que, desde ayer, decidió bautizar como "culpa" o bien, permitirse permanecer en algo tan efímero y fugaz como la con(s)ciencia. Hortensia de nombre, caminaba a través de las calles, pidiendo al mundo caridad y ofreciendo su mano extendida con dejos rebosantes de despojos de de penitencia: Fórmula efectiva para hacerse de una cantidad decisiva de pesos.

La decisión que le pueden conceder esos pesos no trasciende jacia un romántico ideal lejano. Hortensia no anhela viajar, por lo menos, no dentro de de un vehículo, tampoco acercarse a cualquier efímero éxtasis químico, que le supondría cuaquiera como futuro inmediato. No, su pretensión máxima en este instante es dejar de doblar y trastabillar así en cierta hora, porque la duda, a donde ella va, no sirve, no perdona, y eso puede significar perder la oportunidad, gran menester es no perderla.

Hoy camina hacia el crucero de Oriente con Perla, casi decidiendo cual mano tullir temporalmente y cual utilizará después para ejercer su oportunidad, con una lubricidad presuntuosa decide por la derecha, siempre es la derecha. "Certeza, certeza", piensa.

Día de laburo, de los agraciados, obras locales desvían marejadas de suburbanos imantándolos hacia su mano que simula una desvencijación de la muñeca. Mientras recibe, piensa en eventos como el de ayer o de anteayer, en oportunidades que le resultaron y puede reír un poco y traducirlo desde su brazo hasta un sonoro "cling" de monedas acaecidas. Vaya facha de intercambio, vaya donación tan intransigente.

Es la hora, decide ("certeza, certeza") terminar por el día. Camina contando en la mente la cantidad de oportundades que podría manejar, hasta las que podría dejar de ejercer con tal de sobrevivir mañana o de prometerse una risible calidad de cambio de vida. Desecha con un disimulo tembloroso cualquier idea del futuro. Se repite, cabizbaja: "Certeza, certeza".

El último escalón del bus siempre le viene con una sonoridad refleja a lo que sueña su próximo devenir, si es que "toca" correctamente una de sus oportunidades. Dejar el bus le causa un pequeño ataque de estremecimiento, la llegada al lugar, arribar al evento, al sitio de las oportunidades. aun cuando se esmera, no arriba la emoción.

A la izquierda: el camino a su casa, a sus hijos, a su inerte marido. A la derecha: el expendio de lotería.

Certeza, certeza."

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