¿Cuándo iba a entregar ese pedido? Ya se leía en el reloj que pasó el medio día y él ahí, inserto en la la tela de la respuesta. Y digo inserto porque ahí, de una madeja de dolor, jaló un hilito de posibilidad futura. Cuando ella le dijo que no era definitivo, algo se reacomodó y, en un solo movimiento, ríspido pero no nulo, alcanzó a hilvanar ese hilito de probabilidad, justo antes de que el pesado telón del dolor, de la desesperanza y de la cautela se cerrara frente a él.
La cuota de mantenerse tras el telón es el aislamiento, la imposibilidad de referirse a lo exterior como lo que realmente es, sino un magro esbozo de lo que se recuerda. Uno se avasalla a la última imágen que se grabó antes de cerrar el telón. Uno se vuelve, pues, partícipe de una ficción nostálgica y obsoleta. ¿Quién recuerda lo que hizo justo después de decidir cerrarse sobre sí mismo? Puede uno recordar el acto posterior al acto ("y lloré", "pataleé, "salí", "caminé", "bebí", "devolví", "regoldé", "me encerré"), pero no los actores. Desde ahí, la realidad se vuelve una recurrencia endogámica: una trémula estasis.
Doce y media y todavía tiene enfrente el encargo, todavía no tiene la respuesta. ¿Quièn dejó que la posibilidad creciera tanto? ¿Cómo es posible que una frase tan simple como "...y puede que no sea todo..", haya enraziado tanto y se haya vuelto un multiverso ficticio? Sin saber de donde se ha alimentado, tiene toda la tela de los desenlaces extendida frente a sí. Un atisbo del mundo, al abrir el telón ha de dejarlo risibilemente fundido en su sórdida obsolescencia. Desconcierto: ¿Serà la tela de las dudas también materia caduca? ¿Acaso las narrativas ahí imbricadas nacieron inertes? Cavila y oscila, preparando una suerte de solución única. Una hora de retraso ya y no se ha entregado el pedido. La caja de los estímulos, polvosa, no ofrece nada para alterar el balance. ¿Qué entregar? Sólo retazos yacen ahora en la mesa de corte. Sólo ahora decide salir de trás el telón para entregar el vestido blanco, ominoso y ceremonial. No puede retrasarlo más: sereno, lamenta con un ligero carraspeo que el nombre que se lee sobre el de ella, en la perlada invitación, no sea el suyo.
Se abren las cortinas, y se reinicia la función.
domingo, diciembre 10, 2006
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1 comentario:
pasando a saludar :)
abrazo navideño, stay cool!
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