¿Quién llegó esa tarde como si llegara dos o tres veces? Porque entonces la presencia de lo que decía se duplicaba o yo la amplificaba al verle blandir frases sobre lo que vendría después. Y es que duplicar no siempre resulta en un sencillo doblete sino que la suma a veces se descuadra y resulta que lo que decía eran múltiples veces las mismas ofertas de gatsarnos esa noche: Salir al bar, Caminar con rumbo perdido, Perderse en la macabra apuesta aquella de invitarnos al centro para luego huir en una ruta pausada en cualquier antrete y llegar a la meta que es anularnos y dejar un poco de nosotros en cada banco y en cada cigarro. Era también ir con ello obligado pero rechazándolo como quien lleva un portafolios a la cantina.
Llegar a la falsa rambla y sentarse en la banca verdadera. Montarse en Escorza para mostrarse ante nadie, porque nadie estaba ahí cuando llegó el momento de pavonearse y se vino la ira cuando la intención se vió privada de una contraparte (la atención). Es por Escorza también donde pasan en su traspatio las desventuras y por la fachada la arritmia obligada que es vivir de civil. Y ahora caminar por López cotilla que tiene algo de derrota y de escarnio, en cada cuadra se quiebran los saludos de los tenderos e invitándome como si avivaran desesperados un tizón agonizante y sordo. Es necesario y pasa que esa calle sórdida y parlante tiene que llevarte a es mitad del radio y a la antítesis de la periferia, la calle y la decadencia son también una ruta hacia.
Pasó que llegó y su amenaza de arribo imantó y casó mis ánimos de fuga. Perezosamente motivado me levanté del estanquillo y decidí perder la brújula y jugármela hacia lo póstumo. Pasó que llegó y entonces la cordura se cabrea y se necesita dispersar tanta falsa determinación. Pasó que llegó y que en la euforia de esa múltiple presencia simulé trazar un camino fatídico y directo.
Pasó que cuando empecé a caminarlo desistía ante la misma imposición de la ruta y, lleno de esa falsa libertad, dejé al intruso que se sentara, que me llamara, que se hartara y que se fuera.
Y yo, inmóvil pero ilustrado, nunca me levanté de esta silla.
viernes, marzo 23, 2007
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