El día antes del fin de la ignorancia, un niño escudriñaba el cielo-(raso) pretendiendo que había un mañana distinto. Alma, en el tráfico buscaba entre las placas un código secreto que mostrara la salida a sus deudas. Martín el contador, se movía con el teclado celda por celda en su hoja de excel, obstinado y paciente, intuìa que en esa entramado se escondìa algo parecido a un contradivorcio. Emma la mesera, con la mano inquieta hurgando el jarrón de las propinas, buscaba una moneda distinta, que pudiera comprar otro dìa "como los de antes". Conrado el enfermo terminal, abre y tira cada uno de sus discos de acetato, y a cada uno lo mira horizontal-vertical-diagonal, creyendo que alguno tiene su secuestrada su alma. Tábata la peluquera tiñe uno por uno los cabellos de la señora D'Alessio: quizá alguno de ellos no sea cana y pueda entonces platicar esta noche a sus hijas dichoso hallazgo. Ramiro el locutor pide a la persona doscientos-cincuenta-y-cuatro que le encienda su cigarro, esperando encontrarse con un amigo y la réplica que nunca tuvo. Ingrid la adinerada socia anónima entra a cada autoservicio y se roba un chocolate, para tirárselo después a un niño callejero: ella busca lanzarle algo a un niño callejero. Catalina busca apresurada en su agenda el número que nunca olvida, anhela que sólo hoy sea distinto. Emilio rompe con alegría su consola de videojuegos y busca dentro de ella ése chip culpable de la diversión durante tantos años. Mirna la vigilante nocturna abre esta noche cada libro de la biblioteca creando un crimen que pueda justificarla. Carlos hurga en su platón de arroz suplicando por ese último chícharo verde. Al caminar, con su mano abierta ciegamente y sin pudor, Elizabeth tienta las paredes, como haciendo aparecer instrumentos rugosos e imperfectos. Ariel el artista, deprimido (oprimido), busca entre la turba de feligreses absueltos un mecenas arrepentido (desinhibido). Chava se ducha enjabonándose por largo tiempo: quisiera encontrarse el huesito de la felicidad. Mientras tanto Saulo, maestro de matemáticas, cae vencido bajo el mismísimo exámen imposible que él diseñó...
Cuando cayó el último de los crédulos, Dios, escarnioso, juguetón y hasta sardónico mete la mano a la tómbola más fatalista, saca un número y decide rebobinar este día.