miércoles, julio 22, 2009

Lost in Translation

Cuando se acuesta, pasa que habita un momento donde se erigen tierra y cielo como murallas incógnitas. La que es fácil, inmóvil y táctil, bajo ella, impenetrable porque sólida y cristalina, puede conocerla sólo por un idilio orográfico de superficies; el viaje. Sus partes entramadas y secretas hasta el grano de polvo imposibilitan cualquier intento de hurgambre. Pared franca, cúmulo de tiempo y aire viejo, compacto como su nombre: planeta.

La otra muralla se intuye porque tiene color y sensación. Cruje y silba y policromea y le crecen tumores blancos que a veces deciden caer. Esta incognoscible porque difusa y laxa, con sus partes distanciadas, emparentado los vacíos. Difícil es buscarle la identidad a lo que abunda de intersticios. Médula contradictoria: poca masa que se mueve tanto. Desfronterada ánima que repta curiosa por cualquier reducto y que intima y niega la ausencia material. Amorfismo dinámico cuyo nombre es una falsa mentira geométrica: atmósfera.

Aunque emparedada, sabe que todo el sistema de ella, atmósfera y planeta se gravitan como un todo que elipsea candorosamente. Trasladados, sus yoes se amalgaman y no hay pared y no hay frontera. Después de ellas, la nada, antes de ellas, la nada.

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