Calmar a las plantas antes de que se rebelen. Ése era el plan. La inasequible noción de progreso había llevado a éstos, los post-humanos, a recular al fin su milenaria política expansionista ante la ahora inevitable rebelión de las plantas.
Todo empezó en Marte y con alguna suculenta resistente y rijosa que, con agua limitada, tiempo y mucho bióxido logró la supervivencia como especie y abrió la era de la terraformación. Por supuesto algo hubo de manipulación transgénica: los humanos adjudicaron prontamente el logro a su tecnología.
El cambio es la moneda del universo y los humanos cambiaron hacia fuera y desde fuera, las condiciones adversas en Titán y las bloquenaves crearon incestuosos caldos de rápido recambio genético: preadaptarse para el futuro, la receta Darwiniana en cámara rápida. El aspecto humano se volvió un mito o idea Platónica, una reminiscencia lejana de la deriva planetaria. Por supuesto, mantuvieron constantes sus motoresmsociales, altamente comunicados y siempre listos para erradicar al otro por la menor o más absurda de las diferencias.
Pero las plantas, sin prisas ni sobrestimulación social ni genética, desarrollaron un ajedrez epigenético interno eficaz y muy metabólico. Con sutiles cambios en apariencia u color, habrían logrado una batería de rutas y respuesta moleculares complejo y entrecruzado como retorta. Podrían no tener inteligencia per se, o tal vez esto fuera otro tipo de inteligencia (nunca lo sabremos) químicia y primordial: la posibilidad de responder metabólicamente a una enorme cantidad de composiciones atmosféricas.
Por supuesto, la curiosidad humana ( siempre y nunca a la vez) algo detectó de este fenómeno y, ocupados en lo inmediato lo subestimó porque lento e invisible. Poca es la prioridad de lo molecular cuando pasas generaciones enteras transitando hacia el siguiente gigantesco y brillante cúmulo estelar por colonizar.
Todo es sutil si se descubre por vez primera. Y así pasó cuando las colonias post-humanas empezaron a mostrar una estabilización poblacional que, sólo hasta ahora, sabemos que fue planeados por las plantas cultivables. Esto, por supuesto fue descubierto demasiado tarde, cuando todos los patrones sociales y terraformadores post-humanos: flores para las bodas, árboles para oxígeno, humedad y cimentación de hogares, alimentación, transporte, energía e incluso reproducción eran deplendientes o intervenidos por alguna especie de planta. Una infiltración a ralentí y falsa coevolución que aceptamos casi naturalmente.
Nos creíamos amos, tecnólogos, directores, seleccionadores, la mano detràs de la evolución artificial de ella. La post-madre naturaleza y posiblemente sus insospechados dioses.
Justo pensábamos en el pináculo siguiente de nuestra post-humanidad cuando al fin con lo poco que nos queda ya de humildad, nos reconocimos de nuevo ecodependientes. Incluso el acto sexual de nuestra especie post humana incluye para el éxito reproductivo una estimulante tisana. Imposible de otra manera. En nuestro caso, simplemente dejaron de producir el principio activo. Así, de golpe.
Entonces decidimos intentar calmar a las plantas: Dependíamos como cada una de las especies post-humanas, de sus feromonas, colores, contenido energético, recambio gaseoso, capacidad de purificación de agua. Fracamos. Fue una guerra larga y silente, como suelen ser las evolutivas. Y así, sin sospecha alguna se volvieron los amos de la especie más curiosa que hubiese vivido hasta ese momento en la historia de la vida. Apuesto que los siguientes serán más verdes.
viernes, octubre 05, 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario