Escribo esto sin querer que se entienda como un acto de voluntad. Se suceden cada una de estas palabras dentro del furioso peloteo de mi discurso interno como se elige un fotón que, al fin, sale azarosamente de la carambola solar que precede al viaje incierto y tal vez eterno, solitario de los cuantos. Ese mismo destino corren estas palabras discretas, escritas por mera cercanía a la superficie y no bajo cuidadosa selección o premeditación larga. Sea esto una advertencia.
Algo crece y madura y ocupa y entonces menos yo y más aquello-desde-yo. Este inóculo ominoso carece de fronteras limpias y así no hay manera de buscarlo: tiene las aristas perdidas dentro de mi periferia y el volumen ágil de lo difuso y fluído. De gravedad balanceable este germen disperso jala un poco cada día como singularidad inescapable, a veces tanto es su grávitas que se ciñe a la garganta y entonces quiebre agudo de la voz y la voluntad. Es un poco jinete interno.
Intento fútilmente saciar o sustituir su intuida sed con cine, libros o descanso. Fallo. ¿Acaso alimento este tumor con dichas evasiones? ¿Acaso no sería esto la reacción Newtoniana más irónica y justamente precisa? Tanta es mi ignorancia que podría dormir o no dormir sopesándolo. Hay algo de valor diferencial en hacer un acto y a la vez su negación. A veces siento esto como lo único comprensible de esta expansión.
Y no es que sea yo, es que son mis telómeros, mis pabilos.
miércoles, noviembre 28, 2012
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