martes, diciembre 03, 2013

Ida y vuelta.

Porque hacer vivo es estar ruido regreso a surtir caña verbal. Y no para contar solaces ni deméritos tanto como para lo mismo que un ermitaño habla con su reflejo: saberse capaz de comunicar algo.

Toma tiempo aceptarse finito y las renuncias se van acumulando en la baraja de posibilidades de otra persona, a la orden de "Ya será otra colusión de rebaba estelar." Se apagan los luceros más lejanos como la investigación, los viajes a asia, país vasco, la patagonia con sus aventuras cuanturísticas mejor. La de ella, La mujer, diría Sherlock se apaga con llama trémula, sin merecer apagarse de golpe, sin que el golpe de aire corra el riesgo de avivarla, tampoco vaya a ser. 

Sólo personas como Borges tienen memoria numismática, cernidas las experiencias con cedazo cuya apertura la edad y la desconfianza ahogan como iris fotográfico. Pocos son los eventos que logran retenerse en mi memoria por más de dos días. Lo que logra trascender hace eco mientras cae en la frenética y mentirosa edición del recuerdo. Recordar es desmembrar.

Así son los días de sostener la perpetuidad. Oscilar entre los extremos cada vez menos emocionantes de sensación y de elan, avisar aquel punto lejano de los éxtasis y la indomitibilidad. Claro, mientras pasa cualquier cosa por Netflix. 

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