domingo, enero 26, 2014

Síntomas de la supervivencia.

El cine, las novelas y los cómics no son sino compañías intimantes, lo suficientemente cercanas y acaparantes como para hacerme el olvidar los cada vez más fallos del cuerpo. A diferencia de las personas, cuyo actuar ampliamente demuestra que cuando alguien padece de cualquier síntoma de falibilidad se le desecha, estos objetos son a la vez carentes de esta perversa selectividad y otorgantes de un destilado de lo mejor de su autor. Es un tiempo de sacrificar personas reales y disueltas en lo cotidiano por sus obras que son ellos pero en breves y concentradas dosis. Los achaques son el nuevo segundero que indica que no me queda mucho tiempo, de ahí la solitaria decisión.

 

Mi mayor arrepentimiento fue nunca practicar la renuncia. Hay tantos hábitos cuya renuncia me hubiera no sólo acumulado tiempo y supervivencia, también ahorrado desagrados y sinsabores. La de tiempo que hubiera dejado de embarrar en días laborales buscando sólo cubrir más área, o más excepciones. Dos o tres renuncias en mi carácter me habrían tal vez asegurado amor largo o una profesión apasionada. Inebriado con la promesa del término, ofusqué las alternativas de la dejadencia. Hay certidumbre en la renuncia: mínimo la negación de lo actual. La renuncia es la mejor de las simulaciones del albedrío, la elección acota, la renuncia amplía.

 

Este último intento por no palidecer, de morir como una supernova que se distribuye intelectualmente en cada persona vecina, de no cejar en la busca de nuevas relaciones y sentidos. De estímulos novedosos y desconocidos no triviales, ha sido también distribuirse entre tantos campos que uno se agota y sufre incursiones por varios frentes: salud, psique, ánimo, economía, desempeño son hoyos en el cedazo y uno tan arena de los días cuyo único recurso es apelmazar. Fluir y repartirse en gránulos, luego en grava, puede que al final quede sólo el monolito de basalto. Redondo porque la vida de momentos que acuñan es isotrópica.

 

No quedo mucho, pero todavía algo hay del pabilo.

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