domingo, abril 20, 2014

Requiescat in praeteritus

Las renuncias se llevan en la contabilidad oculta. El fantasma de las consecuencias que nunca fructificaron flota sobre nuestras cabezas, neblina obcecadora que empaña las intenciones y acciones del hoy.

 

Debería bastar con las agitaciones fortuitas para dispersarla pero las confecciones de lo imposible desobedecen a las leyes de difusión y son imposibles de disolver por completo. Acaso encuentran mayor sustrato para proliferar, adherirse, ligarse y vibrar con cada decisión que implique esos futuros negados llamados decisiones.

 

Exiliar esta nube de posibilidades es tan productivo como darle puñetazos al smog. Se puede pensar que el esfuerzo eventualmente cederá a una claridad a un estado de prístina perspectiva. Vano. Mejor receta es permitir que se sucedan las consecuencias de la elección hecha en la coloidal ceguera de escenarios posibles en vez de rumiar el-qué-será-será. Como en una lluvia inesperada, es el refugio predecible de la causalidad la que precipita nuestros teatros difusos.

 

Acojamos la consecuencia que la duda nunca desaparece del todo.


 

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