Amnistía

Cuando Jaime logra, dolosamente, retirarse por un momento de su discurso interno, cae en un pírrico estado comatoso: donde cada vuelta al volante cuenta, y recibe el contacto de la direccional, para ahora segurarseque el siguiente paso sea activar las intermitentes. Ha caído en un páramo silencioso, una pausa sistémica, ¿Dejar su monólogo perpétuo, su motor, para caer en Dónde? Se han invertido, sólo por la temblorosa longitud de éste antiacto, las intenciones de sus movimientos, vuelve, como en la infancia, a aprender a respirar, a graduar la apertura de su iris para ver, a doblar el brazo izquierdo para constatar la dirección, la simetría de su cuerpo, el mutuo de la sensación. Atrae, desde un nubiloso lado, la inferencia para apretar el botón rojo del complejo aparato digital(bis) y ésto sólo le retribuirá aislamiento telefónico. Jaime se recoge un poco en la ternura de cada acto donde acaba de parirse en una encrucijada apócrifa. Sortea el desequilibrio, manteniéndose en la imposible superficie de la decisión, evitando aquellos bordes obvios y procedentes: el del delirio, el de la desesperación, el de la locura. El aluvión de dudas y certidumbres, abierto como un suculento cofre, se le acomoda, coqueto, muy en primer plano: los dogmas se encuentran a la mano, con apariencia mullida, amplia, abrazadora. Las revelaciones, resplandecen esbeltas, brillantes, delicadas y atéridas ofreciéndose como hilos delicados pero preciosos, suculentos y ávidos de engarzársele. Por ahí se muestran las dudas un tanto amorfas y precarias, abundantes y translúcidas, todas inapetecibles. En esta improbable topología Jaime regresa a la cacofonía de sus luces intermitentes, ávido cronista que involuntariamente lo apura a una fatalista opción-sucesión. Pero Jaime no se basta, no muestra sino vagas pantomimas entrecortadas por los acechos del pasado: valores, hábitos, conductas, imposiciones, discursos, retóricas, diligencias.

Jaime, seguro de su indecisión, alarga el brazo hacia el cofre...