domingo, marzo 01, 2009

Memento

Ellos fuman, desnudos, en la cama.

- ¿Por qué lo hiciste?¿Por qué si ayer todavía...?
- Quería ser la primera en dañarlo. Supongo que de alguna manera quería protegerlo. Regalarle un dolor taimado, mío.
- No lo entiendo.¿Por qué ahora? ¿Acaso no bastaba que fueran algo cercano a ser felices?
- La felicidad que yo le daba era difícil de mantener para largo, felicidad como un estado mismo y uniforme. La alegría es de naturaleza múltiple, polifacética, temporal, caducable. Un recurso internamente renovable que simplemente ya no puedo extraer. Él podrá ser feliz con mil eventos distintos, incluso algunos de ellos se repetirán y sería feliz millones de veces. Ya feliz corto, ya feliz largo, pero se encontrará contínuamente con dicha (sic) oportunidad. La fórmula del solaz continuo es elusiva y caótica, con plétora de soluciones. A él le espera todavía una larga cadena de satisfacciones. No me necesita para ello.
- ¿Entonces?
- El dolor y el daño, por el contrario, son más parecidos a una nostalgia imperecedera. El dolor es regresar la vista a la fuente del dolor. El daño ocurre una vez, con la impronta de la ocasión, y siempre se queda la marca de la veta. El dolor es un monolito que adoramos con cierta recurrencia. Tiene firma de cicatriz, textura inasible. Tiene también sabor a uno mismo y agudas puntas elusivas. El daño está esculpido en la memoria, se puede ocluír y tapar, pero la efigie siempre se adivina bajo el velo. El dolor tiene nombre, personalidad, tufo de perpetuidad.
- ¿Lo dañas para que el dolor sea siempre y largo, entonces?
- Soy peor y más egoísta. No pude resolver su felicidad, y no podría soportar que me llamase algo así como "un bello episodio de su vida". Lo dañé porque mañana, cuando me hable, me odie, me grite, me golpee o incluso me posea, lo hará dos veces. Desde y Por el dolor que le causo. Me odiará en paralelo: tanto a mi presencia física, tanto a ese monolito de aflicción.
- ¿Cuál es el propósito de que te odie desde ambos lados?
- Trascendencia. Así, mañana, cuando decidamos no volvernos a ver, no desapareceré por completo.

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