domingo, mayo 17, 2009

Extrema unción.

El niño solía pasar las horas con la ventana del carro abajo, y con el dedo índice los elegía. No todos eran tocados en la crisma por su yema engrandecida por el truco de la perspectiva. Mas bien pocos eran los ungidos por su falso hábito. Así pasaba las horas de tránsito, bautizando a transeúntes anónimos. Eso, hasta que con una débil y fatigada sonrisa terminó la marca de los elegidos. Fue entonces, cuando cual sordo y unísono tapón, todas las cabezas explotaron.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me recuerda a un antiguo juego autoinventado...

Janusz dijo...

Como Scanners de Cronenberg.
Buen niño con gore.

J